Nada más cierto para un alérgico al polen.

Lo que para cualquier amante de la naturaleza es una auténtica explosión de color y aromas, puede convertirse en un infierno si eres alérgico al polen

La alergia al polen es, como cualquier alergia, una reacción desmesurada de nuestras defensas ante lo que creen que es una agresión externa (en este caso el polen), de modo que nuestro sistema inmune saca «toda la artillería» para defendernos, cual Don Quijote, de los molinos de viento que él considera gigantes (disculpadme, pero no he podido resistir al símil literario en este 400 aniversario de la muerte de Cervantes)

En los alérgicos, su cuerpo, al «notar» la presencia del polen reacciona liberando una sustancia denominada histamina (por eso los medicamentos se llaman antihistamínicos), que es lo que nos hace llorar, moquear, estornudar o tener picores.

Además de tomar la medicación (ojo, que pueden producir somnolencia y reacciones con el sol y no se deben mezclar con alcohol) y el uso de vacunas individualizadas si el alergólogo lo ve oportuno, debemos también tomar medidas preventivas que nos ayuden a tener el menor contacto posible con el polen que encontrarás en esta infografía realizada por SACYL.

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